* dícese del (los) personaje(s) dudosos, mal hablados, flaitecillos, que venden la mula, etc.
Hola queridos lectores, mucho tiempo he estado ausente de las líneas bloggeras, pero es ahora el turno de exponer a vuesrto interés un nuevo tema en este humilde espacio virtual.
La siguiente entrada que quiero compartir con ustedes llegó a mi como un menú de desayuno, y fue de gran provecho para mí el confirmar muchos datos elocuentes de la situación actual de mi país. Uno de ellos es el duro pasar que vive el gobierno en muchas acusaciones y sublevaciones erróneas y desiquilibradas de parte de una oposición destructiva y obsesionada por llegar al poder sin escatimar por quien pasar y aplastar en su paso, sin un mínimo interés en el país o en aportar constructivamente, sólo en aportillar... me resta sólo cantar junto al gran Fito: no es bueno nunca hacerse de enemigos que no estén a la altura del conflicto, que piensan que hacen una guerra y se hacen pis encima como chicos.
Me despido presentándoles "la verdadera disyuntiva" ( no la disyuntiva "dodgy" de Ominami y otros más que los vemos a diario hueviando por aquí y por allá... )
La verdadera disyuntiva La Nación, Martes 8 de Mayo de 2007
Sergio Muñoz Riveros
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Chile no está en medio de una crisis económica, social ni institucional, pero la hipertrofia del lenguaje político tiende a hacerlo creer. No está asfixiado por la inflación, el desempleo ni la falta de inversión; tampoco por la parálisis institucional, la inseguridad jurídica ni los conflictos sin salida. Pero el morbo negativista busca crear la sensación de que el país va cuesta abajo. Tal clima es estimulado por la oposición, pero se ve agravado por las limitaciones de La Moneda para decantar un mensaje a la vez realista y esperanzador, que muestre un norte nítido a la mayoría.
El peor momento del Transantiago empieza a quedar atrás, pero los parlamentarios de RN y la UDI no esconden sus deseos de que el sistema se hunda, para demostrar que la Alianza debe salvar a Chile el 2009. En el fondo, les molesta que los problemas se empiecen a resolver. Para su desgracia, la realidad no se somete a la estrategia opositora: ¡la economía insiste en crecer y el desempleo desciende porfiadamente!
A Chile le falta mucho para alcanzar el desarrollo, pero ha ido atendiendo eficazmente numerosas necesidades que estuvieron mucho tiempo sin solución en la salud, la vivienda, la educación, etc. Basta comparar, con cifras a la mano, la situación de 1990 con la de hoy en todas las áreas en que se mide el progreso de una nación. En ningún otro período de nuestra historia ha habido logros materiales comparables a los conseguidos en esta etapa respecto de la calidad de vida de las personas. Sería absurdo desconocer las falencias o ignorar los errores de la gestión concertacionista, pero partamos por reconocer la realidad para definir las tareas de hoy con los pies en la tierra.\n\u003cp\>Los logros que exhibe Chile se han conseguido del modo que sabemos: a través de un camino que ha potenciado la economía de mercado y que, al mismo tiempo, ha desarrollado políticas públicas dirigidas a mejorar las condiciones en que vive la mayoría y a favorecer la igualdad de oportunidades. No es casualidad que esos avances sean altamente valorados en el exterior. Hay cosas que no se han hecho bien, pero el rumbo ha sido acertado.\n\u003cp\>En este contexto, vuelve a tomar cuerpo dentro de la Concertación la tendencia que, desde una perspectiva izquierdista o algo así, ha expresado todo este tiempo un sentimiento de insatisfacción por el camino recorrido, al que se agrega ahora una especie de angustia ideológica ante el fantasma del neoliberalismo que supuestamente estaría ganando terreno dentro del Gobierno de la Presidenta Bachelet. El documento “La disyuntiva” es la nueva manifestación de esa disposición política y sicológica. Su inspirador es Carlos Ominami, que no hace misterio de su campaña para sacar al ministro Andrés Velasco del Gobierno. Uno de los firmantes, el diputado Sergio Aguiló, culpó a José Antonio Viera-Gallo y Andrés Velasco de mantener una línea “que no hace nada menos que explicar que un Gobierno de centroizquierda que ha gobernado por 17 años ha mantenido y aumentado los niveles de desigualdad más escandalosos que recuerde Chile en su historia” (“El Mercurio”, 05/05/2007). Lo mínimo que habría que pedirle es que demuestre tan desorbitada afirmación.\n",1]
Chile no está en medio de una crisis económica, social ni institucional, pero la hipertrofia del lenguaje político tiende a hacerlo creer. No está asfixiado por la inflación, el desempleo ni la falta de inversión; tampoco por la parálisis institucional, la inseguridad jurídica ni los conflictos sin salida. Pero el morbo negativista busca crear la sensación de que el país va cuesta abajo. Tal clima es estimulado por la oposición, pero se ve agravado por las limitaciones de La Moneda para decantar un mensaje a la vez realista y esperanzador, que muestre un norte nítido a la mayoría.
El peor momento del Transantiago empieza a quedar atrás, pero los parlamentarios de RN y la UDI no esconden sus deseos de que el sistema se hunda, para demostrar que la Alianza debe salvar a Chile el 2009. En el fondo, les molesta que los problemas se empiecen a resolver. Para su desgracia, la realidad no se somete a la estrategia opositora: ¡la economía insiste en crecer y el desempleo desciende porfiadamente!
A Chile le falta mucho para alcanzar el desarrollo, pero ha ido atendiendo eficazmente numerosas necesidades que estuvieron mucho tiempo sin solución en la salud, la vivienda, la educación, etc. Basta comparar, con cifras a la mano, la situación de 1990 con la de hoy en todas las áreas en que se mide el progreso de una nación. En ningún otro período de nuestra historia ha habido logros materiales comparables a los conseguidos en esta etapa respecto de la calidad de vida de las personas. Sería absurdo desconocer las falencias o ignorar los errores de la gestión concertacionista, pero partamos por reconocer la realidad para definir las tareas de hoy con los pies en la tierra.\n\u003cp\>Los logros que exhibe Chile se han conseguido del modo que sabemos: a través de un camino que ha potenciado la economía de mercado y que, al mismo tiempo, ha desarrollado políticas públicas dirigidas a mejorar las condiciones en que vive la mayoría y a favorecer la igualdad de oportunidades. No es casualidad que esos avances sean altamente valorados en el exterior. Hay cosas que no se han hecho bien, pero el rumbo ha sido acertado.\n\u003cp\>En este contexto, vuelve a tomar cuerpo dentro de la Concertación la tendencia que, desde una perspectiva izquierdista o algo así, ha expresado todo este tiempo un sentimiento de insatisfacción por el camino recorrido, al que se agrega ahora una especie de angustia ideológica ante el fantasma del neoliberalismo que supuestamente estaría ganando terreno dentro del Gobierno de la Presidenta Bachelet. El documento “La disyuntiva” es la nueva manifestación de esa disposición política y sicológica. Su inspirador es Carlos Ominami, que no hace misterio de su campaña para sacar al ministro Andrés Velasco del Gobierno. Uno de los firmantes, el diputado Sergio Aguiló, culpó a José Antonio Viera-Gallo y Andrés Velasco de mantener una línea “que no hace nada menos que explicar que un Gobierno de centroizquierda que ha gobernado por 17 años ha mantenido y aumentado los niveles de desigualdad más escandalosos que recuerde Chile en su historia” (“El Mercurio”, 05/05/2007). Lo mínimo que habría que pedirle es que demuestre tan desorbitada afirmación.\n",1]
A Chile le falta mucho para alcanzar el desarrollo, pero ha ido atendiendo eficazmente numerosas necesidades que estuvieron mucho tiempo sin solución en la salud, la vivienda, la educación, etc. Basta comparar, con cifras a la mano, la situación de 1990 con la de hoy en todas las áreas en que se mide el progreso de una nación. En ningún otro período de nuestra historia ha habido logros materiales comparables a los conseguidos en esta etapa respecto de la calidad de vida de las personas. Sería absurdo desconocer las falencias o ignorar los errores de la gestión concertacionista, pero partamos por reconocer la realidad para definir las tareas de hoy con los pies en la tierra.
Los logros que exhibe Chile se han conseguido del modo que sabemos: a través de un camino que ha potenciado la economía de mercado y que, al mismo tiempo, ha desarrollado políticas públicas dirigidas a mejorar las condiciones en que vive la mayoría y a favorecer la igualdad de oportunidades. No es casualidad que esos avances sean altamente valorados en el exterior. Hay cosas que no se han hecho bien, pero el rumbo ha sido acertado.
En este contexto, vuelve a tomar cuerpo dentro de la Concertación la tendencia que, desde una perspectiva izquierdista o algo así, ha expresado todo este tiempo un sentimiento de insatisfacción por el camino recorrido, al que se agrega ahora una especie de angustia ideológica ante el fantasma del neoliberalismo que supuestamente estaría ganando terreno dentro del Gobierno de la Presidenta Bachelet. El documento “La disyuntiva” es la nueva manifestación de esa disposición política y sicológica. Su inspirador es Carlos Ominami, que no hace misterio de su campaña para sacar al ministro Andrés Velasco del Gobierno.
Uno de los firmantes, el diputado Sergio Aguiló, culpó a José Antonio Viera-Gallo y Andrés Velasco de mantener una línea “que no hace nada menos que explicar que un Gobierno de centroizquierda que ha gobernado por 17 años ha mantenido y aumentado los niveles de desigualdad más escandalosos que recuerde Chile en su historia” (“El Mercurio”, 05/05/2007). Lo mínimo que habría que pedirle es que demuestre tan desorbitada afirmación.
El Gobierno merece ser criticado por variados motivos, pero quienes dicen ser leales a la Presidenta están obligados a no perder el sentido de las proporciones y a medir sus palabras, sobre todo en un momento de acoso opositor. Es evidente que no se ayuda a la Mandataria con una actitud como la de Ominami y Zaldívar en el Senado, que en los hechos le regalaron un gran triunfo a la derecha. La proclama inconformista parece ser esta: “Ya que Chile ha logrado tener una economía dinámica, estable y con gran superávit, ¡cambiemos de política!”. O sea, la sinrazón. A la izquierda de Michelle Bachelet y la Concertación está el vacío. No entenderlo puede tener un alto costo. En tiempos de bonanza económica como los actuales, el riesgo de olvidar las lecciones de estos años es ciertamente mayor. Para financiar la reforma previsional, elevar el aporte a la educación municipal, consolidar la reforma de la salud, en fin, para poner las bases de un sistema de protección social, se necesitarán enormes recursos estatales, por lo que desatender la disciplina fiscal sería un completo desatino. La derecha está dispuesta a cualquier cosa para crear dificultades al Gobierno, incluso a jugar la carta desestabilizadora de la economía. Hernán Larraín anunció ayer que la Alianza estudia presentar una acusación constitucional contra Andrés Velasco por la entrega de fondos públicos al Metro para reforzar el Transantiago. ¡Con esta derecha hay que vérselas! Todos los concertacionistas deberían tenerlo claro. El Gobierno debe mantener firme el timón. Eso significa reafirmar la línea con la que el país ha logrado los frutos que están a la vista y no ceder ante forma alguna de populismo.
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